Autosabotaje: Cuando el enemigo está en casa
- Humberto Acuna
- 22 abr
- 4 Min. de lectura
A veces tenemos lo necesario para avanzar en la vida, pero hay algo dentro de nosotros que frena el paso, que pone excusas, que posterga. A eso le llamamos autosabotaje. No es otra persona. No es la vida. A veces, somos nosotros mismos.
En este artículo te comparto 8 formas comunes de autosabotaje que he vivido personalmente —y que también veo todo el tiempo en mis sesiones de coaching. Si te identificas con una, ya estás dando el primer paso: ponerle nombre al patrón. El segundo paso es hacer algo distinto.

1. Falta de foco
Cuando no tienes claro a dónde vas, cualquier camino parece correcto… hasta que te das cuenta de que llevas años caminando en círculos. El autosabotaje empieza muchas veces en la dispersión: haces mucho, pero no avanzas.
Lo he vivido. Tener mil ideas, pero no comprometerme con ninguna. Empezar un proyecto y dejarlo por la mitad porque apareció “algo más urgente”. ¿La solución? Elegir un foco, aunque sea solo por hoy. Un paso claro. Un compromiso pequeño pero firme. El foco no es tener certeza de todo; es estar dispuesto a avanzar, aunque sea con dudas.
2. Creer que puedes solo
Este es un clásico: el orgullo del que no pide ayuda. Me pasó por años. Había aprendido a resolver todo solo, sin molestar a nadie. Pero esa autosuficiencia se transformó en aislamiento. Me llenaba de tareas, cargaba con todo, y terminaba exhausto.
Hoy, incluso en lo más cotidiano, pido apoyo. Por ejemplo, antes de publicar este artículo, se lo paso a mi esposa. Ella me da su mirada, su sensibilidad. Y eso lo mejora todo.
3. El miedo al qué dirán
¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ¿Y si los demás piensan que no estoy a la altura?
Durante años tuve miedo de mostrarme en redes como coach. Aunque tenía experiencia y formación, sentía que me faltaba algo. Que los demás sabían más. Que no tenía “la voz perfecta”.
Pero un día entendí que mi voz, tal como es, es suficiente para quien la necesita. Empecé a publicar desde el corazón, sin querer impresionar. El miedo al juicio sigue apareciendo, pero ya no decide por mí.
4. Luchar contra la marea
Hay una trampa que muchos no ven: tratar de controlar lo que no está en nuestras manos. Me ha pasado incluso en lo físico. Un día entrenando para un maraton, amaneció lloviendo fuerte. Mi yo de antes hubiese insistido en salir igual, “porque hay que ser disciplinado”. Ese día, escuché mi cuerpo y me quedé. Entrené al día siguiente, con mejor energía.
No se trata de rendirse, sino de aprender a leer el momento. A veces, soltar una idea rígida te da el espacio para encontrar una mejor.
5. La arrogancia del “yo me las sé todas”
Este es un autosabotaje que se disfraza de seguridad. Me creí capaz de correr una media maratón (21K) sin entrenamiento suficiente. “Yo soy fuerte, yo puedo”. ¿Resultado? Terminé con una contractura que me dejó fuera por semanas.
Confiar en uno mismo está bien. Pero cuando no escuchas al cuerpo, al entorno o a quienes saben más, estás saboteando tu propio proceso. La humildad no es debilidad, es madurez.
6. Falta de confianza
Todos la hemos sentido: esa voz interna que dice “no lo vas a lograr”, “te van a descubrir”, “no estás listo”.
En mis inicios como coach, antes de cada sesión me invadía la duda. ¿Y si no puedo ayudar? ¿Y si el cliente se da cuenta de que tengo mis propios temas? Lo que me ayudó fue mirar atrás y reconocer todo lo que sí había logrado. También escuchar a mis clientes: muchos veían en mí cosas que yo no veía.
Hoy, cuando esa voz aparece, le respondo con hechos. Con historias reales. Con gratitud por lo que ya soy.
7. Culpa por avanzar
Esto fue uno de los autosabotajes más duros de identificar. A veces sentía que si me iba bien, estaba traicionando a mi familia. Que avanzar era dejar atrás a otros. Que no merecía más de lo que ellos tenían.
Pero entendí que no se trata de competir, sino de honrar. Que si yo crezco, también puedo abrir camino. Hoy, cuando celebro un logro, lo hago también por mis abuelos, mis padres, mis raíces. Avanzar no es olvidar, es agradecer desde otro nivel.
8. Desconexión con el propósito
Cuando haces las cosas solo por obligación, el alma se apaga. Pero cuando te conectas con tu propósito, hasta lo más exigente cobra sentido.
Me pasó entrenando. Los sábados a las 5am suena la alarma y lo primero que pienso es: “¿Qué estoy haciendo?”. Pero recuerdo por qué lo hago: por salud, por disciplina, por disfrutar después la ducha, el café, la sensación de logro. Y salgo. Y corro.
Lo mismo con mi trabajo. No siempre es fácil. Pero cuando recuerdo que acompaño a otros a sanar, a vivir mejor, recupero la energía.
Cerrando
Este artículo no existiría si no me hubiese detenido a mirar cómo me saboteo. No lo escribí desde la perfección, sino desde la honestidad. Y si algo de esto resonó contigo, estás un paso más cerca de liberarte de tus propios frenos.
El autosabotaje no se elimina de un día para otro. Pero se empieza a desarmar cuando lo reconoces, lo hablas y haces algo distinto.
Nos leemos en la próxima entrega.
Un abrazo.
Comments