¿Dónde pones tu energía? (Parte 2) Energía y emociones
- Humberto Acuna
- 9 jun
- 3 Min. de lectura
Continuación del artículo anterior:
En la entrega pasada reflexionábamos sobre la energía: cómo la vida se mueve según dónde decidimos colocarla. Hablamos de cómo, muchas veces, invertimos esa energía en preocupaciones, resistencias o miedos que no nos aportan valor. Hoy quiero invitarte a mirar más de cerca una de las fuentes más poderosas (y a veces más desordenadas) de energía: Nuestras emociones.

Las emociones son reacciones automáticas. No las elegimos, simplemente aparecen. Su función es protegernos. Por ejemplo, el miedo nos paraliza o nos hace huir; la rabia acelera la respiración y tensa los músculos para prepararnos para la defensa. Cada emoción activa una respuesta corporal, y aprender a reconocer esas señales es el primer paso para poder intervenir en lo que sentimos y cómo actuamos.
Al principio no es fácil. Reaccionar parece inevitable. Pero con práctica y consciencia, podemos aprender mucho sobre nosotros y crecer.
Cada emoción lleva consigo una historia. Lo que mi socia Giovanna Ojeda llama en nuestros talleres de liderazgo la herida de guerra. Una persona que creció bajo críticas constantes y comparaciones probablemente desarrolló una herida relacionada con la crítica. Por eso se esforzará por hacerlo todo perfecto. Pero si alguien la juzga, aunque sea sutilmente, reaccionará con rabia. ¿Qué pasó? Se tocó su herida. Y mientras una herida no se haga consciente, seguirá doliendo como si estuviera fresca.
No siempre podemos evitar sentir una emoción. Pero sí podemos hacernos responsables de lo que hacemos con ella. No puedo evitar que tu comentario me moleste, pero sí puedo evitar gritarte. ¿Cómo? Escuchándome. Tomando consciencia de que la rabia es mía. Puedo usar esa energía para respirar, pausar y decirme: “No me están criticando, soy yo quien se siente juzgado”.
La energía es la misma. Lo que cambia es cómo la usamos.
Veamos la rabia, por ejemplo, una de las emociones más reactivas y potentes. La suelo ver en dos formas:
1. Defensa. Alguien te dice algo que no te gusta:“No enviaste la información a tiempo.”Te sientes acusado y ¡estallas!Pero... ¿realmente lo hiciste? ¿Tienes cómo demostrarlo?Muchas veces, la rabia no deja espacio para responder con claridad. Solo para reaccionar.
2. Frustración. Intentas una y otra vez que algo funcione, y no sale.El tornillo que no ajusta. La página web que no carga justo cuando más la necesitas.La angustia crece y terminas lanzando el destornillador o reiniciando la computadora.¿Te ha pasado?
Ambos ejemplos muestran lo mismo: usamos nuestra energía emocional de forma destructiva.¿Y si la usáramos diferente?¿Qué pasaría si en lugar de explotar, pausamos, respiramos y redirigimos esa fuerza?
Quizás logramos instalar bien la pieza o defendernos con argumentos en lugar de gritos.No se trata de reprimir la emoción, sino de canalizar su energía con consciencia.
Esto aplica a todas las emociones. Muchas personas ponen toda su energía en ocultar su tristeza, fingiendo alegría. Eso también desgasta.
Lo importante no es evitar sentir, sino aprender a actuar desde la consciencia.
¿Se puede lograr? Claro que sí. Pero requiere trabajo interno, mejor si es acompañado, y mucha práctica.El primer paso: escucharte.
Ejercicio práctico:
Reflexiona sobre esto:
¿Qué situación te incomoda? (Por ejemplo: que te digan qué hacer)
¿Hay alguna palabra o expresión que desencadene tu emoción?
¿Qué te estás diciendo internamente en ese momento?
¿Dónde comienza la reacción en tu cuerpo? ¿Estómago? ¿Cabeza?
Identifica la emoción y la sensación física. Porque con las emociones no pensamos, sentimos.Reconócela. Así, cuando vuelva, podrás pausar, pensar y preguntarte:
¿Qué puedo hacer para generar valor y no destruir?
Reflexión final:
Si hay algo que une ambos artículos, es esta verdad simple y profunda: Cuando no estamos conscientes de nosotros mismos, nuestra energía se desgasta.
A veces la enfocamos en el futuro, en preocupaciones, en resistencias, en el miedo a movernos.Otras veces, un comentario activa una emoción no resuelta, y desde ahí reaccionamos.
La clave está en estar presentes, en aprender a observarnos, en escuchar lo que sentimos y decidir con intención qué hacer con esa fuerza interna que se mueve dentro de nosotros.
Esa energía —tu energía— es valiosa.Y lo mejor es que puedes entrenarte para dirigirla hacia donde floreces, no hacia donde te desgastas.
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