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Conócete a ti mismo: el camino hacia la paz

Actualizado: 15 sept

En la entrada del Oráculo de Delfos, en la antigua Grecia, se leía una inscripción breve y poderosa: “Conócete a ti mismo.”


Miles de años después, sigue siendo una de las frases más vigentes de la historia. Parece simple, pero encierra una verdad profunda: no vinimos a este mundo a perseguir sin descanso la felicidad ni el placer, sino a aprender a vivir en paz.


Conócete a ti mismo y encuentra paz interior
Imagen generada por Gemini


La trampa de la felicidad y el placer

Vivimos en un mundo que nos vende la idea de que la felicidad es un estado permanente, que se puede alcanzar si logramos lo suficiente, compramos lo suficiente o acumulamos experiencias.Y no es así.


  • El placer es fugaz: un sorbo de vino, una carcajada, un baño caliente. Disfrutable, sí, pero efímero.


  • La felicidad es un estado temporal: nos llena, nos ilumina, pero no puede sostenerse todo el tiempo porque la vida también trae retos, pérdidas y cambios.


El problema surge cuando confundimos paz con felicidad o placer. Nos frustramos al no lograr estar felices siempre y perdemos de vista lo esencial: la paz interior.


¿Y si el verdadero objetivo es la paz?

La paz no es ausencia de problemas.Es la capacidad de permanecer en equilibrio incluso en medio del caos.Es una calma que no depende de lo externo, sino de lo que has cultivado dentro de ti.


Esa paz no se encuentra en ascensos, relaciones o cuentas bancarias.Solo aparece cuando empiezas a mirarte con honestidad, cuando te conoces.


El espejo que no queremos mirar

Conocerse implica reconocer heridas, vacíos y dolores que preferimos esconder.

Por ejemplo:

No es que te moleste que un padre en la calle abrace a su hijo “demasiado”. Lo que realmente duele es que esa imagen toca una herida de abandono. Tu mente defensiva —ese mecanismo interno que protege tu vulnerabilidad— proyecta el dolor hacia afuera: es más fácil criticar que admitir lo que nos duele.


El autoengaño de las soluciones externas

Cuando no queremos ver hacia dentro, buscamos afuera: pastillas, compras, exceso de trabajo, distracciones infinitas.Y aunque alivian un rato, no sanan. Son parches.Mientras no reconozcas tus heridas, la paz seguirá siendo inalcanzable.

Tu mente defensiva te dirá:


“Eso no es tuyo.”

“Es demasiado difícil.”

“Mejor no lo toques.”


Pero en realidad, lo que más teme es que descubras tu verdad.


El gran paso: reconocer que “esto es mío”

No necesitas resolverlo todo de golpe. El primer paso es más simple y poderoso: la auto-observación.

La próxima vez que algo te incomode, pregúntate:


“¿Qué está pasando en mí que me hace sentir esto?”

Y luego, atrévete a decirte:


“Esto es mío. Esta emoción me pertenece.”


Ese gesto, pequeño en apariencia, es enorme en la práctica. Reconocer lo tuyo te devuelve el poder. Dejas de culpar y empiezas a sanar.


El verdadero propósito

Quizás el propósito más profundo de nuestra vida no sea ser felices todo el tiempo, sino aprender a vivir en paz.Y ese camino comienza con la valentía de mirarte al espejo, de conocerte y de hacerte responsable de tu mundo interno.


El viaje puede ser desafiante, pero no tienes que hacerlo solo.Si estas palabras resonaron contigo, quizá sea el momento de dar un paso más.Como coach, puedo acompañarte a explorar tus preguntas, a reconocer tus heridas y a empezar a construir la paz que tanto anhelas.


Porque al final, conocerte a ti mismo es el inicio de todo cambio real.



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