Confianza: el arte de sostener lo invisible
- Humberto Acuna
- 23 jun
- 3 Min. de lectura
Confiar? Claro. ¿Pero en quién? ¿Cómo?
La confianza es una de esas cosas que todos queremos… pero pocos sabemos cómo construir, sostener y recuperar cuando se quiebra.
No importa si lideras una empresa, si eres madre, padre, pareja, jefe, amiga o parte de un equipo de fútbol. Si te relacionas con otras personas, formas parte de una organización. Y entonces, la confianza —esa fuerza silenciosa— se vuelve tu responsabilidad.
¿Qué tan confiable eres?
¿Confías tú en los demás?¿Los demás pueden confiar en ti?
La confianza no es algo que “se tiene” o “no se tiene”. Es un estado emocional, una forma de estar en el mundo. Cuando confías, te abres. Te entregas. Tomas decisiones sin miedo. Y eso cambia todo.
Pero hay un reto: la confianza es frágil. Se cultiva con constancia y se destruye con una sola acción. Es como una vasija de barro: toma años moldearla, segundos romperla… y puede que nunca vuelva a ser igual.
Lo aprendimos en casa… y en el trabajo
Piensa en una relación de pareja de 20 años. Amor, familia, historia. Y un día, una aventura. Un error. ¿Qué queda? Aunque haya perdón, la herida existe. Volver a ese lugar de confianza plena cuesta. A veces, no se logra.
En las empresas pasa igual. “Amo esta empresa”, dicen muchos… hasta que cambian las reglas del juego sin explicaciones. De pronto, la fidelidad se convierte en sospecha. Lo que antes era entrega, ahora es defensa.
¿Injusto? Tal vez. ¿Real? Totalmente.
Porque la confianza no se basa solo en intenciones, sino en consistencia. No se trata de ser perfecto, sino predecible y honesto.
Tres claves para cultivar confianza (en casa, en el trabajo, en la vida)
1. Reglas claras, relaciones sanas
Mi abuela decía: “Reglas claras conservan amistades”. Y tenía razón.
Cambiar las reglas sin avisar genera desconfianza. No importa si eres líder, madre o pareja: si vas a hacer un cambio, explícalo, justifícalo, comunícalo. No asumas que los demás no se darán cuenta. Siempre lo hacen.
Cuando das instrucciones, sé claro:
¿Qué esperas?
¿Cuándo lo quieres?
¿Qué pasa si no se hace?
No es control. Es crear un terreno seguro donde el otro pueda cumplir… sin adivinar.
2. No castigues el error, aprende de él
Delegar no es soltar tareas. Es decirle al otro: “Confío en ti”.
Pero si cada vez que alguien se equivoca lo criticas o castigas, lo único que logras es que no se arriesgue más. Se paraliza. Se aleja. Pierde confianza en sí mismo y en ti.
Pregúntate:
¿Y si lo puede hacer diferente a mí?
¿Y si aprende a su manera?
¿Y si yo también aprendo?
Delegar no es perder control. Es crear confianza mutua. Es enseñar y acompañar. Es, como cuando aprendiste a montar bici: alguien te soltó… y se quedó cerca.
3. Sé emocionalmente predecible
¿Sabes cómo reaccionas cuando algo no sale como esperas?
Hay personas que son como una ruleta emocional. Y eso genera miedo. Si la gente tiene que medir tu estado de ánimo antes de hablarte, no hay confianza. Hay tensión.
No se trata de fingir. Se trata de conocerte. De saber qué te molesta y qué te activa. Ser emocionalmente estable no significa no sentir, sino estar disponible emocionalmente para el otro.
Confianza no es control. Es presencia.
Los grandes equipos no funcionan porque todos corren detrás del balón. Funcionan porque confían en que el otro hará su parte.
¿Y tú? ¿Eres de los que se recarga con todo porque “nadie lo hace como tú”?¿O estás listo para confiar, enseñar, soltar?
Recuerda:Si tú no confías, es difícil que confíen en ti.
¿Listo para trabajar en tu confianza?
Comments