¿Eres tú o solo un rol? Cómo recuperar tu autenticidad más allá de lo que haces
- Humberto Acuna
- 7 jul
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 14 jul
¿Cuál es tu rol en la vida? ¿Cuántos papeles interpretas al día? ¿Puedes distinguir entre lo que haces y lo que eres?
Estas preguntas suelen surgir en sesiones de coaching. Y, aunque parezcan simples, muchas personas no tienen claro que rol y persona son cosas distintas.
La persona es tu esencia. Lo que eres cuando nadie te ve. Tus valores, tu historia, tus emociones. El rol, en cambio, es el traje que te pones según el contexto: padre, madre, jefa, amigo, pareja, ciudadano, servidor público. Una especie de máscara necesaria para funcionar en sociedad, pero que no te define.
Yo, por ejemplo, soy padre. Ese es un rol. También soy coach, esposo, hijo, amigo. En cada uno, interpreto un papel distinto, pero soy la misma persona estructurada en todos ellos. Si soy alguien ordenado y exigente, eso probablemente se refleje cuando organizo un viaje familiar, cuando lidero un equipo o cuando recibo una visita en casa.
El problema no es tener roles… es quedarse atrapado en uno solo
A veces, hay roles que nos resultan más cómodos o seguros que otros. Y eso está bien… hasta que se vuelve una trampa.
Una persona puede sentirse poderosa y competente en su rol profesional, pero insegura o vulnerable en su rol de pareja o madre. Entonces se refugia en el trabajo. O alguien se siente querido solo cuando está resolviendo los problemas de los demás, y sin darse cuenta, vive solo para “ser útil”, anulando sus propias necesidades.
Ahí empiezan los desequilibrios. Porque ya no vives desde tu autenticidad, sino desde lo que crees que se espera de ti. Y poco a poco, dejas de ser tú para convertirte en un personaje.
Cuando los roles se mezclan… todo se desordena
Imagina esto:
Un líder que trata a su equipo como si fueran sus hijos. No pone límites porque “son sus muchachos”.
Un papá que se comporta como amigo y no corrige, porque quiere ser el “papá chévere”.
Un fiscal de tránsito que no multa a su compadre, aunque la ley lo exige.
Una mujer que llega a casa como si siguiera en la oficina: da órdenes, impone, controla.
Un funcionario que usa su cargo para conseguir beneficios personales.
En todos esos casos, hay confusión de roles. Y esa confusión puede costar muy caro: relaciones rotas, pérdida de autoridad, frustración, desgaste emocional.
Cada espacio necesita una presencia distinta. No puedes ser el jefe en tu casa, ni el amigo en la sala de reuniones. Saber cambiar de rol sin perder tu esencia es una habilidad clave para vivir en equilibrio.
“La gente no te ve a ti, ve tu rol”
Ronald Heifetz lo resume de forma brillante en Liderazgo sin límites:
“Las personas lo ven a usted en su rol más que como una persona. No ven su verdadero rostro, sino el reflejo de sus propias necesidades.”
Cuando estás en un rol, los demás proyectan en ti expectativas. Esperan que actúes según ese papel. Si no lo haces, hay conflicto. Por eso, si eres padre, sé padre. Si estás liderando, lidera. Si estás en pareja, muestra cercanía, no solo eficiencia. El contexto marca la pauta.
Cuando las instituciones también olvidan su rol
Esto no ocurre solo a nivel individual. También sucede a gran escala, cuando instituciones enteras se desconectan de su función esencial.
Un presidente que actúa como influencer y no como servidor del país.
Un juez que responde a intereses partidistas en vez de impartir justicia.
Un medio que deja de informar para volverse activista.
Una iglesia que se comporta como empresa y no como guía espiritual.
Una policía que olvida proteger y genera miedo.
Un educador que prefiere agradar antes que enseñar.
Este fenómeno ha destruido sociedades completas. Lo hemos visto en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua, donde los gobiernos han desviado sus roles originales por mantenerse en el poder o complacer a sus cúpulas. Hoy, muchos sienten que lo que fue un país funcional se convirtió en una parodia de sí mismo, porque las instituciones dejaron de jugar su papel.
“Así como un padre que quiere ser solo amigo de sus hijos pierde autoridad, una institución que busca aprobación en vez de cumplir su deber, pierde su sentido y arrastra a la sociedad al colapso.”
El rol es un contrato social. Y romperlo no solo daña la relación, sino la confianza que nos permite convivir.
El rol no es un disfraz… es una responsabilidad
Jugar tu rol conscientemente no es fingir, es honrar el lugar que ocupas. No se trata de ser rígido, sino de estar presente y coherente con lo que cada situación necesita.
“Imagina una obra de teatro donde el actor que hace de médico empieza a robarle el papel al director, el guionista se sube al escenario, y el público se pone a actuar. El caos sería total. Así pasa en la vida cuando cada quien olvida el rol que le corresponde.”
¿Cómo saber qué hacer en cada rol?
No hay fórmula mágica, pero sí tres claves muy poderosas:
1. Pregunta qué esperan de ti
No adivines. Conversa. Aclara.
A tu jefe: “¿Qué se espera de mí en este rol?”
A tu pareja: “¿Cómo quieres que esté presente en esta relación?”
A tus hijos: “¿Qué esperan de mí como mamá o papá?”
Validar tu rol con quienes te rodean fortalece las relaciones. No asumas que ya lo sabes todo.
Hasta los emperadores romanos tenían un esclavo que les recordaba que eran mortales. Que no eran dioses.
2. Tú no eres tu rol
Eres mucho más que un solo papel.
Estar atrapado en un solo rol te desgasta y te desconecta.
Pregúntate: ¿Quién soy si ya no tengo este cargo, esta pareja, este hijo que cuidar?
Tu valor como persona no depende de lo que haces, sino de quién eres.
3. Los roles son temporales
Hoy tienes poder, contactos, títulos… mañana quizás no.
Cambias de rol todo el día: madre, pareja, amiga, jefa, colega.
Usa rituales de transición: date una pausa para dejar un rol y entrar en otro. Un baño, una frase, un abrazo.
Y recuerda: los roles evolucionan. Pasamos de aprendices a líderes, de padres de niños pequeños a padres de adultos, de ejecutivos a jubilados. No te aferres. Fluir con los cambios es clave para mantener la paz interna.
Reflexión final
¿Estás equilibrando tus roles… o estás atrapado en uno solo?
Yo aprendí que en mi rol de esposo, por ejemplo, puedo dejarme cuidar. No todo es hacer, decidir, controlar. A veces, el verdadero rol es permitir que el otro también brille.
El mundo necesita personas que recuerden su rol. Que lo vivan con humildad, con responsabilidad, con humanidad.Tu rol no es un disfraz, es una oportunidad. Una posibilidad.
¿Desde qué rol estás sirviendo hoy al mundo… y desde cuál te estás escondiendo?





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