Liderar con el ejemplo: el mensaje más fuerte de un líder
- Humberto Acuna
- 26 sept
- 4 Min. de lectura
Decimos que “las acciones hablan más que las palabras”, y aunque suene a cliché, es una verdad innegable. Usted puede decir que ama a su pareja, incluso repetirlo a diario, pero si no hay gestos que lo respalden, el mensaje pierde valor. Al contrario, alguien que quizá no lo dice, pero demuestra cuidado y atención constante, transmite un amor real y palpable.

Con el liderazgo ocurre exactamente lo mismo. Las personas observan lo que hacemos, no lo que decimos. Los niños copian la conducta de sus padres. Los equipos copian la conducta de sus líderes. Y cuando hay incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace, aparece la desconfianza.
Un líder que predica valores, pero actúa en sentido contrario, tarde o temprano pierde autoridad. Lo que queda es la imposición de la fuerza. Cuando la disciplina se sostiene únicamente en la autoridad formal, surge un clima de injusticia y resentimiento. Ese resentimiento, en familias, empresas o sociedades, es la antesala de una crisis mayor.
De hecho, gran parte de la crisis de liderazgo que vive hoy el mundo nace precisamente de esa incoherencia. Lo vemos en la política, con presidentes que dicen una cosa y hacen otra. Países como Venezuela, Cuba o Nicaragua son un ejemplo claro: líderes que predican que “ser pobre es bueno” mientras ellos disfrutan de una vida de privilegios. Esa incongruencia destruye la confianza y abre la puerta a que el único recurso que les quede sea la fuerza y la imposición.
Pero no es solo un tema de política. También ocurre en casa: un padre que se droga delante de su hijo y luego le dice que las drogas son malas; un padre que es infiel a su pareja frente a los hijos y es muy probable que tenga hijos que sean infieles, no porque se los dijeron, simplemente lo aprendieron de las acciones que vieron de niños. Esos actos envían un mensaje directo: “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. Y ese mensaje mina la confianza, rompe la coherencia y siembra resentimiento.
La crisis de liderazgo, entonces, no está solo en los presidentes o en los directores de empresas. Está en la forma en que cada uno lidera en su espacio más cercano: en la familia, en el trabajo, en la comunidad.
Y aunque no cambiemos el mundo con un artículo, si logramos que diez personas reflexionen y decidan liderar con coherencia, ya estaremos
sembrando un cambio real.
Ejemplos claros de liderar con el ejemplo
La historia está llena de líderes que marcaron la diferencia porque sus acciones hablaban más fuerte que sus discursos:
Alejandro Magno: fue conocido por ser el primero en entrar en batalla. Su ejército lo siguió hasta los confines del mundo porque sabían que su líder nunca pedía algo que él no estuviera dispuesto a hacer primero.
Mahatma Gandhi: cuando pidió a los indios usar ropa hilada en casa como protesta contra el colonialismo, él fue el primero en hilar su propio algodón. Esa coherencia entre discurso y acción inspiró a millones.
Herb Kelleher (Southwest Airlines): como CEO, no le importaba ensuciarse las manos. Lo veían cargando maletas en aeropuertos cuando era necesario. Su ejemplo construyó una cultura de compromiso y servicio que hizo de Southwest una de las aerolíneas más rentables.
Indra Nooyi (ex CEO de PepsiCo): era conocida por escuchar activamente a sus equipos y estar cerca de las operaciones. Ella decía: “si no me esfuerzo por ser ejemplo, pierdo el derecho a pedir esfuerzo a los demás”.
Estos líderes entendieron algo simple: la coherencia inspira, la incoherencia destruye.
La diferencia entre beneficios y ejemplo
Un error común en las organizaciones es confundir beneficios con ejemplo. Un mejor salario, más vacaciones o un carro corporativo son beneficios ligados a una posición. Esos beneficios pueden ser una excelente herramienta motivadora, pero no son inspiradoras. Lo que inspira es ver a un líder trabajando con el mismo compromiso que espera de su equipo.
Cuando un gerente llega puntual, prepara sus reuniones, escucha, cumple lo que promete y respeta a las personas, está enviando un mensaje poderoso: “esto es lo que espero de ustedes, y yo lo hago primero”.
Una guía práctica para liderar desde el ejemplo
Coherencia radical: si dice que la puntualidad es importante, llegue puntual. Si dice que la honestidad es clave, sea transparente incluso en decisiones difíciles.
Acción antes que discurso: pida solo aquello que usted mismo esté dispuesto a hacer.
Gestos que refuercen lo que exige: no exija trabajo en equipo, comunicación fluida o camaradería si usted no tiene gestos que lo respalden: compartir información, reconocer logros, abrir espacios de escucha. El equipo replica lo que ve, no lo que escucha.
Admitir errores y aceptar feedback: un líder que reconoce sus fallas y escucha retroalimentación genera confianza. Nadie sigue a quien se cree infalible.
Poner a las personas primero (con hechos): no repita el cliché de que “las personas son lo más importante”, demuéstrelo con acciones: escuche, respete, involucre y apoye a su gente antes de exigir resultados.
Liderar con el ejemplo es la base de la confianza. En un mundo donde los discursos abundan pero la coherencia escasea, los líderes que actúan con integridad marcan la diferencia.
Porque al final del día, las palabras se olvidan… pero las acciones se copian.
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